Las cruzadas fueron una serie de campañas
militares impulsadas por el papado y
llevadas a cabo principalmente por la dinastía francesa de los Capetos y el Sacro Imperio Romano. Las cruzadas
tuvieron como objetivo restablecer el Cristianismo, frente a las religiones
consideradas “herejes”, y así, el dominio de la Iglesia Católica sobre la mayor
parte del territorio, especialmente sobre Tierra Santa.
Las Cruzadas se desarrollan entre los años
1095 y 1291, aunque tiempo después hubo otras campañas militares en Europa y
España (Reconquista).
Entre los siglos XI y XIV hubo 8 cruzadas:
La primera cruzada, que se desarrolla entre 1095 y 1099,
fue impulsada por el Papa Urbano II tras la conquista de Jerusalén por los turcos en el
año 1076 y las peticiones de ayuda del emperador bizantino Alejo I Comneno.
Estuvo dirigida por
Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento y culminó
con la conquista de Jerusalén en el año 1099 y con la formación de los estados
latinos en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de
Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).
La segunda cruzada, que se desarrolla entre los año de 1147 y 1149, fue convocada por el Papa Eugenio III y tuvo como obejtivo conquistar Tierra Santa, concretamente, la ciudad de Jerusalén, que, desde el siglo VII, se encontraban en manos musulmanas. Estuvo dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III y terminó con el fracasado asalto a Damasco en el año 1148.
La segunda cruzada, que se desarrolla entre los año de 1147 y 1149, fue convocada por el Papa Eugenio III y tuvo como obejtivo conquistar Tierra Santa, concretamente, la ciudad de Jerusalén, que, desde el siglo VII, se encontraban en manos musulmanas. Estuvo dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III y terminó con el fracasado asalto a Damasco en el año 1148.
La tercera cruzada se desarrolla entre los años 1189 y 1192. Se la conoce también con el nombre de Cruzada
de los Reyes, pues estuvo dirigida por los reyes Ricardo
Corazón de Léon, Felipe II Augusto de Francia y Federico III de Alemania. Fue un intento de reconquistar la Tierra
Santa. Fue un éxito parcial ya que no logró la conquista de Jerusalén.
La cuarta cruzada
tenía como objetivo principal reconquistar Tierra Santa pero que acabó
conquistando y saqueando Constantinopla, capital del Imperio Bizantino.
La
IV Cruzada (1202-1204), inspirada
por Inocencio III ya contra Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio
Bizantino por la intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio
beneficio Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó sobre el
viejo Bizancio el Imperio Latino de Occidente, organizado feudalmente y con una
autoridad muy débil. Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que
constituyeron el llamado Imperio de Nicea, al tiempo que Génova sustituía a
Venecia en el control del comercio bizantino.
La quinta cruzada
fue un conjunto de acciones militares provenientes de Europa Occidental para
retomar Jerusalén y el resto de Tierra Santa. El primer lugar que conquistaron
fue Egipto. El Papa Inocencio III y el Papa Honorio III convocaron los
ejércitos cruzados liderados por las enormes fuerzas militares del rey Andrés
II de Hungría.
La V (1217-1221) y
la VII (1248-1254) Cruzadas, dirigidas por Andrés II de Hungría y Juan
de Brienne, y Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el
sultanato de Egipto y ambas terminaron en rotundos fracasos.
La sexta cruzada comenzó siete años después de la
Quinta Cruzada. Fue dirigida por el príncipe Leopoldo IV de Austria, que realizó
una incursión contra Jerusalén, que dejó finalmente la ciudad en manos de los
musulmanes.
La séptima cruzada fue
liderada por Luis IX de Francia y convocada por Federico II. En 1244,
los musulmanes retomaron Jerusalén tras la tregua de diez años que siguió a la
Sexta Cruzada. Este hecho no supuso el gran impacto de ocasiones anteriores,
debido a que Occidente ya había visto como Jerusalén cambiaba de manos en diversas
ocasiones. La llamada a esta cruzada no fue inmediata ni generalizada.
La VIII cruzada (1271)
también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte
de San Luis ante la ciudad sitiada.
En la octava cruzada los egipcios mamelucos
conquistaron una serie de territorios cristianos en el litoral de Palestina y
del Líbano. El Oriente Medio vivía una época de anarquía entre las órdenes
religiosas. El rey de Francia Luis IX (San Luis), retomó entonces el espíritu
de las cruzadas y lanzó una nueva iniciativa armada, la Octava Cruzada, aunque
sin gran repercusión en Europa. Los objetivos eran ahora diferentes de los
proyectos anteriores: geográficamente, el teatro de operaciones no era el
Levante si no Túnez, y el propósito más que militar, era la conversión del emir
de la misma ciudad norteafricana.
La novena cruzada se produjo entre los años 1271 y 1272. Es considerada
como parte de la Octava Cruzada. Algunos meses después de la Octava Cruzada, el
príncipe Eduardo de Inglaterra, comandó sus seguidores hasta Acre, pero sin
resultados.
Baybars, un sultán mameluco de
Egipto, redujo el Reino de Jerusalén, el más importante del Estado cristiano establecido por los cruzados,
a una pequeña franja de tierra entre Sidón y Acre.
ConsecuenciasLas Cruzadas influyeron en múltiples aspectos de la vida medieval, aunque, en general, no cumplieron los objetivos esperados. Casi todas las expediciones militares sufrieron importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo que quedó de las posiciones cristianas tras la III Cruzada hasta su definitiva pérdida en el siglo XIII (San Juan de Acre -1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo. Además, los señores de Occidente llevaron sus diferencias tanto a las propias Cruzadas (Luis VII de Francia y Conrado III en la II Cruzada; Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto en la III) como a los estados cristianos fundados en Tierra Santa, dónde los intereses de los diferentes grupos dieron lugar a numerosos conflictos.
Por último, y a pesar de los réditos políticos que las Cruzadas tuvieron para el Papado como director de la política exterior europea, pronto se encontró Roma con voces que criticaban su uso como instrumento al servicio de los intereses papales, sobre todo desde que no se limitaron a los musulmanes, y se dirigieron también contra las oposiciones religiosas o los enemigos políticos.
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